By Raúl Lepe Posted 25 de noviembre de 2015 In El arte de la Magia
A los magos nos ocurre una cosa, (aunque supongo que en realidad es algo que también les ocurre a otros artistas de otras disciplinas), cuando vemos alguna actuación que nos gusta mucho. Estoy hablando de la tentación de copiar aquello que hemos visto y que tanto nos ha gustado. Puede ser un juego, puedo ser un pase, tal vez un chiste, tal vez el estilo de ese mago que hemos visto o, en el peor de los casos, puede ser que queramos copiarlo todo: juegos, estilo, chistes, música…
Cuando vemos una actuación que nos ha maravillado, la sensación que nos provoca es tan fuerte que, de manera automática, nosotros deseamos hacer lo mismo. Vemos además como lo que ha hecho ese mago ha fascinado tanto al público que se ha quedado con la boca abierta, ha provocado una tremenda ovación o les ha hecho llorar de risa. Entonces, con las mejores intenciones, queremos provocar esas mismas sensaciones a nuestro público en nuestra próxima actuación. Y para lograrlo solo hay dos caminos: el fácil y el difícil. El difícil consiste en conseguirlo a base de trabajo, de esfuerzo, de pensar, de arriesgarte probando cosas en público para darte cuenta, de una manera dramática, que aquello en lo que llevas semanas o meses trabajando no funciona como esperabas y tienes que deshacerlo casi todo y empezar desde el principio. Puede llegar a ser frustrante y agotador y encima no acabar siendo tan bueno como esperabas pero, y esto es muy importante, bueno regular o malo, será tuyo. Y eso es algo que le da mucho más mérito que a la mejor de las copias.
Por otra parte está el camino fácil, que es copiar, a veces de manera despiadada, lo que ya has visto en otro artista, que tanto te ha fascinado y que, encima, ya está probado con público y funciona a la perfección. Sí, es un camino mucho más fácil, no cabe duda. Pero, como en los cuentos infantiles, el camino fácil suele ser el menos interesante.
Siempre me ha asombrado la facilidad y alegría de muchos magos a la hora de copiar cosas de otros. Supongo que en parte se debe a que no está tan castigado el plagio como en otras disciplinas artísticas o, más que castigado, quizá sea mejor decir: asimilado. En el mundo del monólogo humorístico, por ejemplo, (donde también hay plagio, por supuesto, aunque no con la misma frecuencia que en la magia), tanto profesionales como principiantes tienen muy ASIMILADO que para llevar a cabo dicha actividad, el monologuista tiene que escribir su propio material o bien interpretar el material que un guionista ha escrito para él. Ambas opciones son legítimas y respetables por la sencilla razón de tratarse de material original y no de material copiado. Si, además, el monologuista en cuestión trabaja un estilo de actuar y una puesta en escena propia y personal, los puntos para destacar y desmarcarse del resto aumentan considerablemente.
En la magia hay una diferencia fundamental con respecto al ejemplo del monólogo. Los magos tenemos la bendita suerte de que, si no somos buenos creando juegos, no tenemos porque hacerlo. Hay, literalmente, cientos de miles de juegos de magia a nuestra disposición para configurar nuestros repertorios en libros, dvds, tiendas, revistas y conferencias.
Esto no es copiar, solo es usar la maravillosa materia prima que nos brindan las mentes prodigiosamente creativas que hay en este maravilloso mundo de la magia. Algunos de los más grandes maestros no crearon ni un solo juego en su vida, usaban juegos o técnicas ya inventadas por otros, pero su creatividad y enorme talento a la hora de ejecutarlos y ponerlos en escena los hacían elevarlo a la categoría de arte. Ninguno de estos maestros copiaban nada de otros.
Es relativamente normal copiar cuando comienzas en la magia. Es casi inevitable, e incluso me atrevería a decir que es una buena manera de eliminar el miedo a actuar ante público. Pero copiar guiones, presentaciones, gags, chistes, estilos, músicas…. es algo que todo mago debería eliminar de su hábito lo antes posible. Copiando solo serás eso, una copia. Ocurre con frecuencia que al copiar algo que te ha gustado mucho y que ha despertado en los espectadores reacciones increíbles, no ocurra lo mismo cuando lo haces tú. La reacción a la copia siempre estará por debajo de la original. Siempre. La razón es muy sencilla: estás haciendo algo de la manera que lo hace otra persona y por tanto no eres tú, ni estás dando nada de ti a los espectadores.
Creo que los magos deberíamos asimilar como algo natural el hecho de no copiar. Empezando por transmitir este mensaje a las nuevas generaciones de magos que se acercan por primera vez a través de una baraja, un libro, una caja de magia o incluso internet. Y mostrar abiertamente a los magos veteranos que copian, (que hay muchos), desagrado por ese plagio.
No te prives del camino difícil. Crea, inventa, escribe tus guiones, piensa tus chistes, imagina tu propia puesta en escena, encuentra aquella música que de verdad vaya contigo y te defina, colabora con gente que controle aquellas cosas que no se te dan bien a ti… Te dará más quebraderos de cabeza, tendrás más inseguridades y miedos, tendrás que trabajar mucho más y sabrás lo que es encontrar aquello que buscas a base de sangre, sudor y lágrimas. Pero cuando lo encuentres, cuando lo tengas, lo ensayes, lo pruebes, lo corrijas, lo vuelvas a probar con público y veas que funciona… ¡qué funciona!… y que además es tuyo. Esa sensación es de lo mejor que hay en el mundo de la creación artística.
No te prives del camino difícil. No te prives de la maravillosa sensación de la creación.
No te prives del placer de no copiar.
¡Disfrútalo!